La razón de la locura - Pedro Muñoz Seca - E-Book

La razón de la locura E-Book

Pedro Muñoz Seca

0,0

Beschreibung

La razón de la locura es una comedia teatral del autor Pedro Muñoz Seca. Como es habitual en el autor, la pieza se articula en torno a una serie de malentendidos y situaciones de enredo contados con afilado ingenio y de forma satírica en torno a las convenciones sociales de su época. En este caso, la historia se articula en torno al plan de una mujer casada para arrebatarle la fortuna a su esposo y quedarse con ella, aduciendo que ha perdido el juicio.-

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 91

Veröffentlichungsjahr: 2020

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Pedro Muñoz Seca

La razón de la locura

COMEDIA GRAN GUIÑOLESCA

en tres actos y en prosa

Estrenada en el teatro del centro, el día 10 de noviembre de 1919

Saga

La razón de la locura Pedro Muñoz SecaCover image: Shutterstock Copyright © 1919, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726508123

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Esta obra es propledad de su autor, y nadie podrá, sín su permíso, reimprimírla ni representarla en España ni en los países con los cuales se hayan celebrado, ó se celebren en adelante, tratados internacicnales de propiedad literaria.

El autor se reserva el derecho de traducción.

Los comisíonados y representantes de la Sociedad de Autores Españoles son los encargados exclusísvamente de conceder ó negar el permiso de representación y del cobro de los derechos de propiedad.

––––––

Droíts de representation, de traduction et do reproduction réservés pour tous les pays, y comprís la Suéde, la Norvège et la Hóllande.

––––––

Queda hecho el depósíto que marca la ley.

A Enrique Borrás

¡Las ganitas que tenía yo de que me estrenase usted una obra, so... coloso!

¡Gracias, Enrique!

Ahí va un abrazo de los apretados; de los que fatigan; de los que rompen el cristal del reloj y dejan dibujados en la piel los botones de la pechera, el dije de la leontina y hasta el cuño de las monedas.

Pedro Muñoz Jeca.

REPARTO

PERSONAJES ACTORES maría teresa Margarita Xirgu. jesusa María Brú. luisa Micaela Castejón. carlotilla Amparo Segura. Rosita María de las Rivas. carlos Leovigildo Ruiz Tatay bernardo Enrique Borrás. damián Pedro González. espinosa José Rivero. montalvo Ramón Gatuellas. arjona Alberto Romea. picazo José Lucio. juan Luis Domínguez. genaro José Trescolí.

––––––––––

ACTO PRIMERO

Salón amueblado con gran lujo. Puerta de entrada en el foro, un poco hacia la derecha (actor). En el foro izquierda y en chaflán, un amplio mirador de cristales con sendas cortinas. Una puerta en et lateral izquierda y dos en el lateral derecha. Es de día. Epoca actual. (Mes de noviembre). La acción en Madrid.

–––––

(Al levantarse el telón están en escena maria teresa . don damián y espinosa . María Teresa, rayana en los treinta y cinco años, mujer elegantísima. Don Damián, señor de sesenta, bien couservado. Esp í nosa, hombre de cuarenta años, muy elegante. )

Damián Confieso que he sido siempre un poco pesimista; pero en este caso..

M. Ter. En este caso más que nunca, papá. ¿No cree usted lo mismo, Espinosa?

Esp . Es muy aventurado emitir opiniones...

Juan (Criado, por el foro, con una tarjeta. ) Este caballero pregunta si la señora puede recibirle.

M. Ter. (Leyendo. ) El doctor Montalvo.

Esp ¡Por fin!

M. Ter. (A Juan. ) Sí, sí; que pase en seguida, (vase Juan por el foro. )

Esp . Ha cumplido su palabra. Llega a la hora que me ofreció.

Damián Las cuatro en punto son, en efecto.

Esp . (Levantándose. ) Me retiro para que hablen ustedes con mayor libertad.

Damián No, no se vaya, amigo mío, usted debe oir la conversación.

M. Ter. Mi padre dice bien. Conviene que presencie la entrevista.

Esp . A su gusto.

(Por la puerta del foro entra en escena montalvo . Es un hombre como de cincuenta años, de noble continente, afable aspecto y fachada impecable. )

Mon . Señora... (Al ver a Espinosa. ) ¡Oh! No me había usted dicho que tendría el placer de encontrarle...

Esp He querido evitar a ustedes lo enojoso de tener que presentarse por sí mismo. (Presentándoles reciprocamente. ) La señora de Salvatierra, dueña de la casa... Su padre... El doctor Montalvo, especialista en enfermedades nerviosas...

Damián Y una lumbrera de la especialidad, según la fama.

Mon . Mil gracias.

M. Ter. Siéntese, doctor.

Mon . Muchas gracias. (Se sientan. )

ESP. Yo creo que debemos suprimir todo prólogo y entrar desde luego en materia...

M. Ter. Tiene usted razón. Hay que aprovechar la ausencia de Carlos, que puede volver.

Mon . Pues ustedes dirán. ¿De qué se trata?

M. Ter. ¿Cómo? ¿Nuestro amigo Espinosa no le ha indicado?...

Mon . Me dijo solamente que deseaba usted consultarme sobre un caso dudoso.

Damián No mucho, por desgracia. El estado de perturbación del pobre Carlos—el marido de mi hija—no parece que da lugar a grandes dudas.

Mon . ¿Es el esposo de esta señora el enfermo?

Esp . El que sospechamos que lo está. Ese es el motivo de la consulta.

M. Ter. Que yo le suplico, doctor, estudie y resuelva con detenimiento, porque de lo que usted diga depende que tomemos o no una resolución que me horroriza.

Damián A todos nos repugna, María Teresa; pero piensa que el primero de tus deberes es evitar la ruina de esta casa, la desgracia de tus hijos.

Esp . Procedamos con método: empecemos por informar al doctor del objeto de la llamada, que aún no se le ha dicho.

Damián Es cierto.

Esp . El señor, celoso, como es natural, del bienestar de su hija, y viéndolo amenazado por las prodigalidades de su esposo, cree llegado el momento de arrancarle la administración de su fortuna...

Mon . Vamos, un expediente de incapacidad...

Esp . Justo.

M. Ter. Y ya comprenderá usted que yo no puedo consentir que eso se intente, sin tener la plena convicción de mi desventura; es decir, de que mi marido no está en su juicio.

Mon . ¿Hay algún precedente que justifique la sospecha?

Damián ¿Qué más precedente que el hecho de haber estado varios años en un manicomio?

Mon . ¡Ah! En ese caso...

M. Ter. Pero tú no dices, papá, que salió de él completamente curado, según opinión de todos los médicos, y que desde entonces, es decir, en cuatro meses, nada anormal hemos observado en su conducta hasta ahora.

Damián Porque hasta ahora habíamos podido evitar que interviniera en los negocios.

M. Ter. Su modo de pensar en ciertas cosas, nos es conocido de siempre...

Damián Y siempre me ha parecido una locura ..

Mon . Calma, calma. Permitan ustedes que sea yo quien les interrogue. ¿Cómo empezó el antiguo padecimiento de su esposo?

M. Ter. De repente. Fué a consecuencia de un accidente de automóvil. Recibió un fuerte golpe en la cabeza...

Mon . Es una causa muy conocida. ¿La enfermedad se manifestaría con caracteres violentos, no?

M. Ter. En su comienzo, viclentísimos. Le daban ataques espantosos. Luego la locura fué poco a poco haciéndose pacífica, hasta desaparecer por completo.

Damián ¡Eso de por completo!... Los mismos síntomas, más o menos exacervados, que apreciamos en él ahora, se han observado siempre...

Mon . ¿Qué síntomas son esos?

M. Ter. Pues una bondad exagerada.

Mon . ¿Eh?

M. Ter. Me explicaré mejor: un espíritu de justicia inquebrantable, una rectitud de hierro, un criterio tan rígido en materias de moral, que es imposible secundarle.

Damián Claro: esos criterios absolutos no pueden ser norma de la vida en nada, y menos en lo que afecta a la rectitud. En ese terreno es precisamente en el que más hay que transigir en el mundo.

Mon . Un poco arriesgada me parece la teoría, pero puede que no le falte a usted la razón. ¿Y por qué signos se exterioriza esa rectitud... exagerada?

Damián ¡Son tantos!... Mire usted, sin ir más lejos, hace media hora, cuando yo vine, le estaba diciendo a ésta que no debía recibir a... bueno, el nombre no hace al caso, a un amigo de siempre porque acababade averiguar que tenía una amante. ¿Le parece a usted? Si nadie recibiera a los que están en el mismo caso, pronto se terminaban las relaciones sociales.

Mon . Sin duda ninguna.

Damián Y ya ve usted, a la vez que quiere cerrar las puertas de su casa a una persona distinguida, se las abre de par en par, a todas horas, a un hombre tosco, ineducado, cuya presencia nos avergüenza a todos.

M. Ter. Considera, papá, que el pobre Cebolledo es un loco.

Damián Eso mismo es una prueba más...

M. Ter. Una prueba más de la bondad de Carlos. (A Montalvo. ) Se trata de un infeliz, un loco pacífico a quien conoció en el manicomio y que le ha tomado un cariño ciego.

Mon . En nada de lo que me han dicho hasta aquí encuentro motivo bastante para una incapacitación.

Damián ¿Y la prodigalidad?

Mon . ¡Ah!... Es cierto que dijo usted antes que era pródigo..

Damián Hasta un extremo inconcebible. Da a todo el mundo cuanto le piden...

M. Ter. Ya sabes lo que él ha opinado siempre sobre la riqueza. Carlos sostiene que Dios no se la da a nadie para que disfrute egoístamente de ella, sino para que la comparta con los desgraciados.

Damián Admirable teoría para practicarla discretamente, pero signo inequívoco de falta de juicio cuando se da sin ton ni son. Además, no es solamente que da cantidades exorbi tantes y que se deja explotar por cualquiera, es que ahora pretende tirar una fortuna por la ventana.

Mon . ¡Ah! ¿Pero?...

Damián Verá usted: Carlos posee una gran finca en Andalucía; finca cuyos productos, como es natural, han aumentado considerablemente de precio en estas circunstancias. Cuando nos vimos en la triste necesidad de recluirle en el manicomio, mi hija me rogó que me pusiera al frente de su casa y yo accedí por tratarse de su patrimonio y ael de mis nietos, por quienes tenía el deber de velar en ausencia de su padre. Creo poder ufanarme de mi obra, porque a la vista está la prueba de mi celo. Claro es que me ha favorecido el encarecimiento de todo durante los últimos años, pero lo cierto es, que mientras yo he adminístrado «El Robledal», éste ha cuadruplicado su renta; que mi yerno, que ya era rico, es ahora riquísimo gracias a mí. ¿Usted cree que me lo ha agradecido? Todo lo contrario.

Mon . ¿Es posible?

Damián Que le diga María Teresa. Ha estado a punto de romperse la buena armonía que siempre ha reinado entre nosotros, por el crimen de haberle prestado este servicio. Cuando supo que yo había vendido a precios fabulosos el trigo, el aceite, las lanas, etcétera, etcétera, me dijo que aquello era una monstruosidad; que en los tiempos que corren, en que la gente no tiene que comer, no sólo no debe subirse el precio de las cosas, sino que debe abaratarse, aunque no se gane dinero y que no hacerlo así es dar la razón a los que dicen que hay que destruir la actual organización del mundo, a lemás de que es faltar a la ley, puesto que existe una tasa.

Mon . (sonriendo. ) Hombre, eso no deja de ser cierto...

Damián