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La novela de Rosario es una comedia teatral del autor Pedro Muñoz Seca. Como es habitual en el autor, la pieza se articula en torno a una serie de malentendidos y situaciones de enredo contados con afilado ingenio y de forma satírica en torno a las convenciones sociales de su época. -
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Seitenzahl: 105
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Muñoz Seca
COMEDIA EN TRES ACTOS, ORIGINAL DE Estrenada en el TEATRO DE ESLAVA de Madrid el 8 de octubre de 1926.
Saga
La novela de Rosario Pedro Muñoz SecaCover image: Shutterstock Copyright © 1926, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726508154
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
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Queda hecho el depósito que marca la ley.
Una habitación bien decorada y lindamente amueblada en casa de Rosario. Una puerta en cada lateral y un balcón en el foro. La acción en Torrenueva, pueblo que se supone en Andalucía, a la orilla del mar. En nuestros días; en el mes de junio.
(Al levantarse el telón están en escena Rosario y Constancia, dos muchachas como de veinte años, monísimas y muy elegantes.)
ROSARIO (Por una cinta ancha, bordada, que tiene en la mano.) Está bonita, ¿verdad?
CONST. Lindísima. Me gusta más que la que mandaste el año pasado.
ROSARIO Espera: la voy a poner en su caja para que vaya bien presentada. (Toma una caja de cartón y unos papeles de seda y guarda cuidadosamente la cinta.)
CONST. Lástima de trabajo para una fiesta tan retecursi. Porque hija, eso de las carreras de cintas en bicicletas es de una cursilería aplastante. El único año que yo he asistido volví a casa con paperas.
ROSARIO ¡Mujer, por Dios! Qué tiene que ver una cosa con la otra...
CONST. ¡Hay una clase de festejos! Este de las carreras de cintas en bicicletas debió inventarlo un francés. Estoy viendo el chaquet en el sillín.
ROSARIO A mí me parece también una tontería, pero como la familia de Aurelio tiene interés en complacer al Alcalde y como no hay festejo en Torrenueva que yo no presida... Y algunas veces asiste una a estas cosas con gusto; la cuestión es pasar el rato; pero hay días que...
CONST. Lo comprendo. Estando Aurelio fuera... ¿Cuánto lleva por ahí?
ROSARIO Quince días. La última carta está fechada en París. (A un gesto de Constancia.) ¿Por qué pones esa cara?
CONST. Por nada, mujer.
ROSARIO No: tú quieres decirme algo. Te conozco muy bien. Habla.
CONST. Hija, estás tan ilusionada con él y hasta con su familia... Yo comprendo que es para ilusionarse, porque Aurelio es el mejor partido, no ya de Torrenueva, de toda la región. Guapo, rico, de una familia distinguida... Ahora que...
ROSARIO ¿Qué?
CONST. Mira, que es una familia demasiado distinguida. Marean ya de tanta distinción. Yo cuando voy a visitarles salgo siempre con dolor de cabeza y es de distinguidos que son todos. Ya ves que mi padre es título y grande de España, cosa que ellos no tienen, ni por donde les venga. Bueno, pues a mí me miran de arriba abajo de un modo que destempla.
ROSARIO Vamos, criatura.
CONST. No te exajero. Sale uno de allí con décimas. Como tenemos poquito dinero y mi madre es una Gómez cualquiera...
ROSARIO Tú abultas mucho las cosas, Constancia. A mí, aun conociendo mis relaciones con Aurelio, me reciben todos con cariñó y me ponen buena cara. Y saben de sobra que si bien mi abuelo fué un pintor notable. mi padre no fué más que un oficial del Ejército y mi madre es... otra Gómez cualquiera, como tú dices, que no sólo no es aristócrata sino que la pobre tiene que ganarse la vida trabajando como una negra.
CONST. Pues cuando menos te lo esperes... Bueno, no quiero ser pesimista, pero es una gentecita, Rosario... ¡Cuidado que son tiesos! Parecen que no comen más que almidón. (Ríen.)
ROSARIO ¡Qué cosas tienes!
CONST. Escucha, ¿Y qué es lo que hace tu madre en París?
ROSARIO Está de dibujante en la “maison Grandén”, la mejor casa de modas de Francia. Casi todos los modelos bonitos que ves por ahí son obra suya. El abuelo la enseñó a pintar y gracias a eso ha podido salir adelante y hasta reunir una pequeña fortuna para que la abuela y yo podamos vivir felices. Claro, que más felices viviríamos si pudiéramos estar todos juntos, pero como la abuelita no puede vivir más que en países cálidos y a la orilla del mar... Desde el 15 de junio hasta el 15 de septiembre que tiene mamá vacaciones, nos vamos a una casita que ha comprado en Asturias, en lo más alto de un monte. La abuelita se instala allí cerca, en Rivadesella, y nosotros nos pasamos en aquellos picachos una temporada deliciosa. ¡Me cuenta una de cosas divertidas! ¡Es tan graciosa! ¡Y tan guapa!... ¡Si vieras qué guapa es, Constancia!
CONST. Viéndote a ti...
ROSARIO ¡Quita! Yo no me parezco ni a su sombra
CONST. ¿Y es verdad que tu madre y tu abuela no se llevan bien?
ROSARIO Mujer, madre e hija: ¿cómo no van a llevarse bien?... Claro que tiene sus puntos de vista y discuten, pero nada más. Lo que sucede es que como la abuela tiene ese genio con todo el mundo... Solo es blanda conmigo. Claro, puede decirse que ha sido mi verdadera madre... Porque salvo esas pequeñas temporadas, siempre he vivido con la abuelita.
CONST. A mí el geniazo de tu abuela me hace una gracia que me monda. Cuando se pelea con Pepe el jardinero, se pone de divertida, que, vamos, yo me río hasta congestionarme. La otra tarde salí de aquí con anginas, no te digo más. ¡Es mucha doña Isabel!
ROSARIO Por cierto que voy a llamarla porque quiero que lleven la cinta cuanto antes y como ella no disponga las cosas se enfada muchísimo. (Llamando hacia el lateral izquierdo.) ¡Abuela!... ¡Abuela!... Estará limpiando algún armario. Ese trasteo la disloca. Los arregla una vez a la semana y como varía las cosas de sitio, pues no sabe nunca dónde tiene lo que necesita.
(Porla puerta de la izquierda entra en escena doña Isabel, ha cumplido ya los setenta años, y aunque algo encorvadilla, está ágil y entera. Habla nerviosa y rabiosillamente.)
D.a ISAB. Ni estoy arreglando armarios, ni me disloca ese trasteo, ni dejo de saber dónde tengo las cosas, habladora, que eres una habladora.
ROSARIO ¡Qué feo es eso de escuchar detrás de las puertas, abuela!
D.a ISAB. Yo no he hecho eso nunca, para que te enteres. ¡Mal pensada! Venía hacia aquí y sin querer he oído las tonterías que estabas diciendo.
ROSARIO Bueno: no te enfades.
D.a ISAB. ¿Qué es lo que quieres? ¿Que Pepe lleve la cinta al Ayuntamiento?
ROSARIO Sí: al Ayuntamiento o a donde sea y que pregunte a qué hora va a venir el coche a recogerme.
D.a ISAB. Aguarda. (Acercándose a la puerta de la izquierda.) Manolita.
ROSARIO ¿Por qué no llamas al timbre?
D.a ISAB. Pero si está aquí, mujer. Se empeñó en arreglar el armario de las sábanas... (De espaldas a Rosario y al mismo tiempo que esta hace un guiño significativo a Constancia.) Sin guiños...
ROSARIO Por Dios, abuela. (Rosario y Constancia se miran asombradas.)
D.a ISAB. (Hablando hacia el lateral.) Manolita, busca a Pepe y dile que vega.
CONST. (Guiñando a Rosario y aprovechado que doña Isabel sigue de espaldas.) La gracia que me hace a mí Pepe.
D.a ISAB. (Sin volverse.) Y le guiñas también ¿verdad?
CONST. (Boquiabierta.) Pero por Dios, señora. ¿Es que tien usted algún espejo?
D.a ISAB. Tengo setenta y dos años, mocosa... y he guiñado muchísimo en esta vida. Para que lo sepas. (Sesienta.)
ROSARIO (Acariciándola.) ¡Qué abuela tan listísima tengo!
D.a ISAB. Y escucha tú, cobera. ¿No te parece raro, que no hayan mandado por tu cinta? Dicen las muchachas que todas. menos la tuya estaban anoche expuestas en los escaparates de la calle Ancha.
ROSARIO Como no les avisé, ni he visto a nadie en estos días... Aun no sé cómo van a ir las demás, si de mantilla o sin nada a la cabeza. Que Pepe lo pregunte.
D.a ISAB. Muchas cosas me parecen ya para Pepe. No creo que le quepan tantas cosas en la mollera.
ROSARIO ¡Por Dios, abuela!
D.a ISAB. Estoy deseando que Aurelio le encuentre en Madrid esa colocación que le ha prometido y que se vaya de una vez. Me saca de quicio, con sus cosas. No lo puedo remediar. A mí todo el que se las da de gracioso me revienta, y este pobrecito se cree el ángel de la gracia. (A Constancia que ríe.) Y tú, risueña. ¿Has bordado cinta también?
CONST. Quiá: no señora. Yo me he hecho la loca y no he mandado nada este año. No están los tlempos para cintitas. Además que como no corren muchachos conocidos Porque hay que ver la clase de gente que tiene bicicleta. Una gente rarísima. Crea usted que cada año están peores los festejos de Junio, doña Isabel.
D.a ISAB. Nosotras, como llevamos aquí poco tiempo...
CONST. Lo que es para mí pasa la feria sin que yo disfrute de nada. El teatro como lo ponen tan carísimo dice papá que nones; el cine como lo ponen tan oscurísimo dice mamá que miau.
D.a ISAB. (Riendo.) Mira que graciosa.
CONST. Y el baile como aquí es tan sumamente agarrao... Porque es que los pollos parecen náufragos.
D.a ISAB. Claro, vosotras con la manía de las delgadeces pareceis tablas...
PEPE (Jardinero de unos treinta y tantos años, muy simpático, en traje de mecánica. Por la izquierda.) ¿Se puede?
D.a ISAB. Pase usted.
PEPE Buenas tardes a tós y la compaña.
D.a ISAB. (Remedándole.) Y la compaña.
PEPE ¿Qué pasa con la compaña?
D.a ISAB. Que si ha dicho usted buenas tardes a todos sobra la compaña.
PEPE (Riendo la gracia.) Pues si sobra que se vaya... ¡Jé,jé!...
D.a ISAB. ¿Ya empezamos?
PEPE Señora, si me estasté buscando las cosquillas dende que s’alevanta y s’alevanta usté a las sinco... Que si tó er mundo fuera como usté er que inventó los despertaores s’habia tenío que pegar un tiro. (Riendo como antes.) ¡Jé,jé!...
D.a ISAB. Bueno, bueno...
PEPE A las gallinas las tiene asombrá. Como que por eso creo yo que no ponen.
D.a ISAB. Que no ponen, ¿verdad? Pues yo digo que ponen, sólo que hay un duende que se lleva los huevos.
PEPE Pero a sus años, ¿va usté a creé en duendes, señora?
D. ISAB. Porque ellas bien que cacarean, que se pasan el día cantando.
PEPE Eso es de flamencas que son. (Ríe Constancia.)
D.a ISAB. Sólo falta que le rías la gracia.
PEPE Déjela usted que se ría, que es un borbotón de salero, bendita sea la mare que la parió.
D.a ISAB. (Severa.) ¡Pepe!
ROSARIO (Idem.) ¡Pero Pere!...
PEPE ¿Me he escurrió? Ea, pos a dispensá y a mandá que un resbalón lo pega cuarquiera. ¿No s’habeis encontrao nunca en la sera una cascarita de melón? (Mirando a Constancia chulona y codiciosamente.) ¡Josú, Dios mío de mi arma, qué cáscara!...
D. ISAB. Bien; basta. (Dándole la caja de la cinta.)
Va usted a llevar esta cinta, al Ayuntamiento o al encargado de la organización de las carreras.
PEPE Sí, señora. Don Juan Ramíre le disen. Ese se encarga siempre de organisá tó lo que no sirve pa ná y pué dejá un duro. De argo ha de viví cá cuá.
D. ISAB. Pregunte usted a qué hora va a venir el coche a recoger a la señorita.