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¡Pégame, Luciano! es una comedia teatral del autor Pedro Muñoz Seca. Como es habitual en el autor, la pieza se articula en torno a una serie de malentendidos y situaciones de enredo contados con afilado ingenio y de forma satírica, tanto en torno a la familia como a la idea de amor romántico. -
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Seitenzahl: 137
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Muñoz Seca
COMEDIA EN TRES ACTOS
Estrenada en el TEATRO PEREDA, de Santander, el 12 de septiembre de 1929, y en Madrid en el Infanta Isabel, el 4 de octubre del mismo año
PRIMERA EDICION
Saga
¡Pégame, Luciano! Pedro Muñoz SecaCover image: Shutterstock Copyright © 1929, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726507928
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
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Queda hecho el depósito que marca la Ley.
A
César Madariaga
Un lujoso salón en casa del Marqués de Casteltierra. En Madrid en primavera y en nuestros días.
Se entra de la calle a este salón por una amplia galería que hay a la derecha (actor). En el foro habrá un gran balcón, cerrado, de cristales, y en el lateral izquierda, dos puertas. Es de día.
(Allevantarse el telón, Teresa, doncella de la casa, uniformada elegantemente, pone unas flores en un jarrón. Por la izquierda, segundo término, entra en escena Basilio, lacayo muy enlibreado, que cojea un poco al andar.)
Basilio Buenos días, Teresa.
Teresa Qué, ¿cómo va eso?
Basilio ¿Eh?
Teresa (Alzando la voz y vocalizando mucho.)Que si está usted más aliviado.
Basilio (Con ese destemple característico de los sordos.) De la pierna, sí; pero de la cabeza estoy de lo peor. ¡Fué mucho golpe!... Como que al frenazo salí disparao lo menos diez metros y caí de coronilla sobre un montón de grava.
Teresa ¡Qué espanto!
Basilio Y eso que yo iba delante. En cambio, doña Orencia, la carabina, que iba sola detrás, se aferró al asiento, dió con el coche la vuelta la campana y como si tal cosa. Que esa fué la que debió salir disparada.
Teresa ¡Claro!
Basilio Yo le he preguntado a don Dimas, el médico, que a ver qué va a ser esto mío, porque, ¡caramba!, oigo menos que una columna; pero don Dimas se ha creído sin duda que yo soy tonto, y pa no decirme la verdad me ha contao un cuento chino. Dice que todos tenemos en cada oreja un estribo, un martillo y un yunque. (Ríe Teresa.) ¡Se ríen de los pobres, Teresa! Le advierto a usté que no le contesté con dos pa tás a la bromita de la fragua porque se trata de un anciano, que si no... Mañana voy a ver a un especialista que dicen que es muy bueno, pero no me fío. ¡Figúrese usté: uno que es especialista en sordos y que se llama Tapia!... En fin; veremos lo que Dios quiere. Hasta luego.
Teresa Hasta después. (Hace mutis Basilio por la primera puerta de la izquierda, y Teresa recoge las flores que le han sobrado y se va por el último término de este lateral.)
Gaspar (Criado de calzón corto, entrando en es cena por la derecha con Niceta, señora como de cuarenta y cinco años, muy elegante.) ¿A quién debo anunciar?
Niceta A la señora viuda de Pinzón.
Gaspar (Tras una reverencia.) ¿La señora busca al señor marqués, a la señorita Mercedes, la hija del señor, o a la señora condesa, la tía de la señorita y señora cuñada del señor?
Niceta A la señora condesa.
Gaspar Tenga la amabilidad de tomar asiento. No sé si la señora condesa estará en casa. El señor marqués desde luego no está. Ni la señorita Mercedes tampoco. Tenía hoy hospital y ha salido temprano con el uniforme de enfermera. (Disponiéndose a hacer mutis por la izquierda, primer término.) Voy a ver, con el permiso de la señora... (Suena un timbre dentro y se detiene.) ¿Eh?... ¿Me llaman?... (AEladia, otra joven y uniformada doncella que entra en escena por la puerta últimamente indicada.) Eladia: anuncie a esta señora, por favor, que está sonando el timbre de la secretaría particular. (Vase precipitadamente por la derecha.)
Eladia (Que es bastante recortada y pizpireta y que ha hecho a Niceta dos reverencias marcadísimas.) Para servir a la señora. ¿Busca la señora al señor, a la señorita, la hija del señor, o a la señora condesa, la tía de la señorita y hermana política del señor?
Niceta A la señora condesa. Anuncie usted a la señora viuda de Pinzón.
Eladia Sí, señora. Con el permiso de la señora. (Nueva reverencia. Al iniciar el mutis por la primera puerta de la izquierda suena el timbre de un aparato telefónico que habrá sobre una mesa.)¿Eh?... (Acudiendo al aparato.) Perdone la señora... (Al aparato.) ¿Quién? Sí... Diga... ¡Ah, señorita!... Sí, señorita: soy Eladia, para servir a la señorita...
Teresa (Entrando en escena por la segunda puerta de la izquierda.) ¿Han llamado? (Al ver que Eladia está comunicando.) ¡Ah! (Hace a Niceta una revenrencia y se acerca a Eladia.)
Eladia (A Teresa.) Es la señorita, que... (Al aparato.) Ahora mismo, señorita. Bien. Sí, señorita. Si está en la oficina le diré que aguarde y si no está le mandaré llamar inmediatamente. Sí, señorita; ahora mismo. (Dejando el aparato y disponiéndose a hacer mutis, rápidamente, por la derecha.) Anuncie a la señora, Teresa. Tengo que dar un recado urgentísimo de la señorita Mercedes... (ANiceta.) Con el permiso de la señora... (Vase.)
Teresa (A Niceta, muy sonriente.) ¿A quién tengo que anunciar?
Niceta (Cargadísima.) ¡Vaya!... A la señora viuda de Pinzón.
Teresa ¿La señora busca a...?
Niceta (Atajándola.) No busco al señor, ni a la señorita, la hija del señor, sino a la señora Condesa, tía de la señorita y hermana política del señor.
Teresa Está muy bien.
Niceta ¡Ya lo creo que está muy bien! Como que ya me lo he aprendido de memoria.
Teresa (Que no comprende.) ¿Eh?
Niceta No,nada, nada. Avise, haga el favor.
Teresa Sí, señora. (Se dispone a hacer mutispor la izquierda, primer término.)
Gaspar (Por la derecha, precipitadamente.) Oiga, Teresa... (ANiceta.) Con el permiso de la señora... ¿Usté ha mandado venir con urgencia al señor Bedoya, el administrador de la fábrica de tapices?
Teresa Yo, no.
Gaspar Pues Onofre dice que sí, y ahí está el señor Bedoya que echa lumbre.
Teresa ¿Que yo le he mandado venir?...
Gaspar Eso dice Onofre.
Teresa Pues va a repetirlo delante de mí. (A Niceta.) Perdone la señora. (Haciendo mutis, muy nerviosa, con Gaspar, por la derecha.) Tendría que ver que ese estúpido me metiera a mí en un fregado. (Se van.)
Niceta (Perpleja.) ¡Pues señor, está bien!... (Al ver a Basilio, que entra en escena por la primera puerta de la izquierda.)No; lo que es este me hace caso. (Basilio le hace una profunda reverencia.)Oigame.
Basilio (Palideciendo, al ver que le hablan.)(¡Atiza!)
Teresa (Con cierta chunga.) No busco al señor, ni a la hija del señor, sino a la cuñada del señor, y deseo verla en seguida. ¿Se entera usted? ¡¡En seguida! Haga el favor de decirla que está aquí Niceta Almudévar, la viuda de Pinzón. ¡A ver si es ya hora de que le pasen recado!
Basilio (Tristemente.) (¡Ni palabra!) (Tras una reverencia.) Con el permiso de la señora... (Haciendo mutis por la derecha.) (Estoy divertido.) (Vase.)
Teresa (En el colmo del asombro.) ¡Y se marcha! ¿Pero qué casa es ésta?
Jesús (Dentro.) Dígale cuando venga que estoy en la biblioteca aguardándola.
Niceta ¡Hombre, Jesús León! (Entra Jesús por la derecha. Es un elegante y fachendoso señor como de cincuenta años, un poco finchado y pretencioso, que habla fuerte y se da una importancia loca.)
Jesús ¿Eh?... ¡Oh, Niceta Almudévar!... (Besándole rendidamente la mano.)¿Que tal, Nicetita?...
Niceta Desesperada, porque, hijo mió, no hay quien me haga caso.
Jesús ¿Es posible? Pues aquí está Chus León para honrarse haciéndola los honores. No soy de la casa, pero como si lo fuera. Aquí soy el amo: mando, ordeno y dispongo. ¿Qué desea usted?
Niceta Hombre; que digan a la Condesa de Iraña que estoy aquí.
Jesús Ahora mismo. ¡Y lo que va a alegrarse! Hace dos días hemos hablado de usted. La suponíamos en Francia.
Niceta Sí; he llegado ayer. Hasta el jueves he estado en «Po», con las de Pedregal.
Jesús ¡Oh, Po, Po!... ¡Lindísimo!
Niceta ¿Conoce usted aquello?
Jesús ¡ Por Dios, Niceta! Toda aquella región es como si fuera mía. Pregunta usted allí a cualquiera por Chus León, como me llaman en todas partes, y... ¡el amo! Todos los años paso en «Po» alguna temporada. Voy allí..., que sé yo, sin sentir. Me meto en el auto y pó, po, po... De manera que llegó usted ayer.
Niceta Sí, y esta es la primera casa que visito Como ayer hizo dos años de la muerte de la pobre Marquesa...
Jesús ¡Caramba, es verdad! ¡Qué bruto soy, hombre! ¡Qué bruto! Estuve ayer aquí y no le dije nada a Ramiro ni a los chicos... ¡Se me pasó la fecha!
Niceta Puede que al marido se le haya pasado también.
Jesús ¡Por los clavos de Cristo, Nicetita!... ¿Qué concepto tiene usted de Ramiro?... El Marqués fué siempre un marido excelente...
Niceta Vamos, no sea usted hipócrita. Estamos todos en el secreto... Ramiro es..., como todos los hombres; no exceptúo a ninguno. Su mujer le importaba un comino. ¿Va usted a negarme que en vida de la Marquesa se divertía a..., bisoñé despeinado?
Jesús Divertirse..., no, Niceta. La palabra es un poco dura. Se..., aliviaba. Recuerde usted que la enfermedad de la Marquesa duró varios años. El pobre Ramiro estaba fatigadísimo y era natural que buscase alguna expansión... ¡Un hombre con pocos años!...
Niceta (Escandalizada.) ¿Qué dice usted?...
Jesús Con pocos años, por delante...
Niceta ¡Ah!
Jesús Además que siempre ha guardado las formas cuidadosamente.
Niceta ¡Oh, sí! Ya sé que para no escandalizar tenía a la amiguita en Pozuelo en un hotelito.
Jesús ¿Eh? ¿Pero alude usted a lo de aquella Matilde?... ¡Por Dios! ¿Quién se acuerda de eso? Yo creí que se refería usted a la rusa, a la Pelmaulova, o a la Escandelli, aquella escritora italiana, autora del poema «Notte raski», con la que dió bastante que hablar. Lo de Matildita acabó hace mucho tiempo y no creo que haya vuelto a acordarse de ella...
Niceta Yo tenía entendido que de aquellas relaciones habían quedado huellas vivientes...
Jesús Esposible, porque delante de mí le dijo Ramiro a don Pelayo, el que fué su administrador hasta hace poco, que enviara mensualmente a Pozuelo cierta cantidad, y esas pensiones mensuales suele darlas Ramiro cuando quedan esas huellas de que usted habla. El es muy considerado, y siempre que contrae alguna obligación procede como un caballero.
Niceta (Irónica.) ¡Quién lo duda!...
Jesús Lo de aquella Matilde no podía durar mucho porque era una mujer delgadísima, y como Ramiro es partidario de la línea curva archipronunciada...
Niceta ¿Ah, sí?
Jesús Le gustan las gordas desde niño.
Niceta ¡Qué lástima!
Jesús ¿Eh?
Niceta No,nada... Y dígame: ¿se lleva bien la Condesa con los chicos de Ramiro?
Jesús ¡Oh! Muy bien. Con Porciúncula hay que llevarse bien a la fuerza. ¡Es un ángel! No todas las hermanas hacen lo que ella hizo; dejar su casa e instalarse en ésta para ser el ángel tutelar de toda esta gente. ¡Es un gran corazón el de Porciúncula!
Niceta ¡Y lo que tendrá que aguantar! Porque me han dicho que Mercedes, su sobrina, es de caballería.
Jesús ¿Quién? ¿Chuli? ¡Por Dios, Niceta? La han engañado a usted. Mercedes es un criatura deliciosa. ¡Una perla! Ella es la que me tiene aquí tan de mañana. (Riendo.) Se ha enamorado de un mediquillo de Puericultura y nos trae a todos de cabeza. (Encantado.) ¡Es mucha, Chuli! Hoy le traigo un carro de noticias. Como yo en la Puericultura soy el amo, porque Enrique Suñer, el director, es paisano mío... Yo entro allí y, como en todas partes, Chus León para ariba, Chus León para abajo..., ¡el amo!
Niceta ¿Y están en relaciones?
Jesús No; si no se conocen siquiera.
Niceta ¿Eh?...
Niceta Ella, como no sé cuántas muchachas más de la aristocracia, está haciendo las prácticas de enfermera para ingresar en la Cruz Roja. Ha visto operar varias veces al mediquillo en cuestión, asiste en la Puericultura a unas clases que él les está dando, y se ha enamorado del muchacho de una forma que la veo al borde de la camisa de fuerza. (Ríen.) ¡Y sin que él se haya fijado todavía en ella, que es lo más grande!
Porciú . (Señora gruesa, elegante que quiere tener cuarenta y cinco años y se ve que ha cumplido los cincuenta y cinco, en tando por la izquierda primer término. Sorprendida al ver a Niceta.)¿Eh? ¡Niceta! ¿Tú aquí?
Niceta ¡Porciúncula! (Se abrazan y besan.)
Porciú . Pero, criatura, ¿cómo no se te ha ocurrido avisarme…? (Alargando la mano a Jesús.) ¿Qué tal, Chus?
Jesús Muy bien, querida Porcio.
Porciú . Siéntate, mujer, y cuéntame.
Niceta (Sentándose.) Hija, ayer no pude venir a verte. Llegué a Madrid tardísimo. Por esa razón no pude asistir tampoco a las misas de la pobre María...
Porciú . (Tristemente.) ¡Dos años ya!... ¡Cómo se va el tiempo, Niceta!
Niceta Ya, ya...
Porciú. Pues hija, aquí me tienes como me dejaste. Mi casa cerrada y yo en ésta que..., no sé, no sé. Estoy fatigadísima. Yo creo que no hago bien continuando aquí. (Extrañeza en Niceta y Jesús.) Ramiro, mi cuñado, no es viejo; yo, sin ser una niña, soy joven aún, y me consta que se critica mi permanencia en esta casa.
Niceta ¡Mujer!
Jesús ¡Por Dios, Porcio!
Porciú. Sí, sí; y tú lo sabes muy bien, Chus. Ha habido una época, al año de la pobre María, que todo el mundo aseguraba que Ramiro y yo íbamos a casarnos. Como es tan corriente que el cuñado viudo cargue con la cuñadita...! (Suspirando.) ¡Ay!... Claro que yo estoy aquí porque sé que al velar por los hijos de mi pobre hermana cumplo un sacratísimo deber.
Niceta ¡Quién lo duda!
Porciú. ¡Qué sería de ellos sin mí? Están en una edad peligrosísima y hay que ocuparse de ellos constantemente. De Otón sobre todo. (AJesús.) Por cierto que voy a decir a Ramiro que tiene que atar más corto a ese muchacho. Hace ya una semana que no le veo. Además, me ha dicho don Remedio, su profesor, que no puede hacer carrera de él, y por si fuera poco ayer noche he recibido una carta de una señora en la que me denuncia un trastada de Otón, que, de ser cierta, merece un severo correctivo.
Jesús ¡Válgame Dios!
Porciú . Claro que yo no le riño porque la culpa no la tiene él, sino su padre, que le da todos los gustos. ¡Que quiere un automóvil! ¡Pues un automóvil! ¡Que quiere un aeroplano! ¡Pues un aeroplano! Recientemene le ha compado un biplano y una avioneta; y a un muchacho de veinte años no se le pueden dar tantas alas.
Niceta ¡Claro!
Porciú . También de Chuli tengo que ocuparme muchísimo.
Niceta Mujer; ya me ha contado León lo de ese mediquito.
Porciú . ¿Qué te parece? Tan joven y ya enamorada. Yo no quiero contrariarla en sus afectos ni meterme en sus cosas porque no soy su madre. Le he dado un buen consejo y allá ella. Además, que nadie sabe dónde está la ventura de cada uno. Mis padres, con el mejor deseo, se opusieron a mis relaciones con Arturo Mochales, aquel muchacho de Intendencia, porque no tenía más fortuna que su espada, y ya ves: inventó luego esa mochila que usan hoy todos los ejércitos del mundo, la mochila Mochales, y ha hecho un fortunón.
Mercedes (Dentro, mulhumorada.) ¡De ninguna manera!
Porciú . Ahí está Chuli.
Mercedes (Como antes.) ¡Pues no faltaría más!
Porciú . ¡Jesús y cómo viene!...
Mercedes (En la puerta de la derecha, hablando hacia el interior del lateral.