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¡Todo para ti! es una comedia teatral del autor Pedro Muñoz Seca. Como es habitual en el autor, la pieza se articula en torno a una serie de malentendidos y situaciones de enredo contados con afilado ingenio y de forma satírica, tanto en torno a la familia como a la idea de amor romántico.-
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Seitenzahl: 129
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Muñoz Seca
COMEDIA EN TRES ACTOS, ORIGINAL
Estrenada en el Teatro Infanta Isabel, de Madrid, el día 10 de abril de 1931.
Saga
¡Todo para ti! Pedro Muñoz SecaCover image: Shutterstock Copyright © 1931, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726507874
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
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Queda hecho el depósito que marca la ley.
A mis hijas.
Nota .—Las canciones de cuna fueron cantadas por la actriz Magda del Castillo.
Hall del ático que vive en Madrid la familia de don Julio Caracena. A la derecha, primer término, la puerta que comunica con la escalera. En el foro una puerta amplia que da a una terraza entoldada, donde César Caracena tiene instalado su estudio de pintor. En el lateral izquierda otras dos puertas. Muebles sencillos, cómodos y muy usados. Es de día: el primero de julio a las tres de la tard è . Epoca actual.
(No hay nadie en escena al levantarse el telón. Se oyen risas y conversación muy animada dentro, que dan la sensación de una alegre sobremesa.)
Blas .—(Dentro.) Deja, hombre, yo lo traeré. (Entra en escena por la primera puerta de la izquierda y se dirige a la terraza. Es un muchacho bien parecido.)
César .— (Tras él, por la puerta indicada.) Espera; no lo vas a encontrar. (Es también un muchacho de buena presencia y con cierto aspecto de artista.)
Blas .—(Bajando la voz y muy confidencialmente.) ¡Qué espanto, César!
César .—(Idem íd. íd.) ¿Has visto?
Blas .—¿Pero qué comida nos han dado?
César .—¡Calla, por Dios! Los dos besugos, pasadísimos; la carne, incomible, y las espinacas, con una de tierra que cuando mascábamos sonaba a desfile. ¡No hay derecho! ¡No se puede convidar a personas de tanto cumplido para dejarlas sin comer!
Blas .—Don Narciso y su hija no han probado bocado.
César .—Ni nadie. ¿Pero en qué estaba pensando mamá?
Paulina .—(Por la izquierda, primertérmino. Es una muchacha muy mona.) ¿Es que no lo encuentran ustedes?... (Bajando la voz y haciendo aspavientos.) ¡Qué comida!... ¡Estoy volada!... ¡Y ahora la compota, agria!
Blas .—!Jesús!
César .—Ya decía yo que tenía un vinagrillo...
Paulina .—¡Qué vergüenza!
César .—Bueno: ¿pero qué ha pasado?
Paulina .—Ahora averiguaremos. Pero, anda, llévale el cuadro ese a don Narciso, no vaya a creer que estamos aquí..., comiendo algo.
César .—(Entrando en el estudio.) Espera. (Toma un pequeño lienzo.)
Paulina .—¡Qué apuro, Dios mío!
Blas .—(ACésar , que sale del estudio.) ¿Qué cuadro es?
César .—La degollación de San Hermenegildo.
Blas .—Pues con lo bien que está, les vas a dar el postre.
César .—¡Vaya una tardecita!... (Se va por la primera puerta de la izquierda y se le oye decir:) Conste que esto no es más que un boceto...
Blas .—Pero, escucha: ¿es que mamá no estaba prevenida?...
Paulina .—Mira, a mí no me preguntes, porque no sé.
Eulogia .—(Doncella, en traje de mecánica, pero con delantal blanco. Entra en escena por la izquierda, primera puerta, y trae un jarro de cristal, vacío.) Sí, señora: aquí en la terraza del estudio hay dos botijos más. (Sedirige a la terraza.)
Paulina .—(Atajándola.) Pero, Eulogia: ¿qué ha sido esto?...
Eulogia .—(Bajando la voz.) ¡Un horror, señorita! Que como anoche no comieron ustedes en casa, porque tuvieron aquel convite repentino, y sobró la comida, la señora le dijo a la cocinera que aprovechara para hoy lo que pudiera de lo de ayer; y como en este tiempo las cosas no aguantan nada y Bella no tiene paladar ni olfato ni vista, porque si tuviera todo eso, en vez de ganar aquí cuatro duros ganaría catorce en cualquier parte, pues ha presentado esa comida que, menos el consomé “fruaj”, todo lo demás, ¡puaj! (Asqueada.) Bueno, también ha sido mala pata lo de los guisantes; porque yo, al ver que las espinacas tenían tierra, abrí las dos latas de guisantes que había en la cocina y las dos estaban agrias.
Magdalena .—(Dentro: llamando.) Eulogia...
Eulogia .—¡Ay! ¡El agua! (Alzando la voz.) Va, señora. (Toma de la terraza un botijo y llena el jarro.)
Paulina .—Oiga: ¿hay fruta?
Eulogia .—No, señorita. Al frutero, como no se le vaya con el dinero por delante... Y según me dijo la señora, hoy no... (Mutis por la izquierda, primer término.)
Blas .—¿Eh? ¿Pero no es primero de julio?...
Paulina .—Sí, pero es domingo y papá no ha podido cobrar...
Blas .—¡Toma! ¡Ahora me explico!...
Paulina .—También ha sido desgracia que el santo de papá haya caído este año en domingo. Porque todos los años, el primero de julio, convida papá a comer a su jefe y él no acepta jamás, porque como sale tan tarde del Ministerio… Este año, por caer en domingo ha aceptado y nos ha cogido… como nos ha cogido.
Blas .—¡Qué ganas tengo de poder sacar mi título y de poner mí farmacia para que salgamos de una vez de apuros y de miserias!
Paulina .— ¿Ojalá sea pronto!
Blas .—(Escuchando hacia la izquierda.) Parece que se levanta de la mesa...
Paulina .—Claro: ¿qué van a hacer los pobres?...
Blas .—(Como antes.) Sí; hablan de irse... Se van... (Disimula.)
Paulina .—¡El pobre papá ha debido pasar un rato!... Le han dado el día.
Blas .— Calla, que salen. (Entran en escena por la primera puerta de la izquierda y por este orden:Filomena , muchacha elegante, en plan de visita;Magdalena , la señora de la casa, de sesenta años;Don Narciso , un caballero bastante hinchado, afectado y campanudo;Julio , el señor de la casa, de más de sesenta,de aspecto bondadoso y simpático, yCésar .)
Magdalena .—Estoy fatigadísima. Apenas si han comido ustedes...
Filomena .—¡Por Dios, señora, nada de eso! Hemos comido muy bien. Casualmente papá y yo, a estas horas hacemos una comida muy ligera porque estamos a régimen, como todo el mundo. Este siglo es el siglo del régimen.
Todos .—Es verdad, sí; es verdad.
Narciso .—(Que al hablar se escucha muchísimo.) También es casualidad que San Julio sea el primero de julio. Es un santo que pudiéramos llamar capicúa. Julio, primero, Julio. Eso es.
Todos .—(Complacidos, sonrientes, coberos.) Sí, sí; eso es.
Narciso .—Sabido es que lo capicúa es algo que puede leerse indistintamente de cabeza a cola o de cola a cabeza. Eso es; es eso. ¡Hombre, esto es otro capicúa! “Eso es, es eso”, que léase como se lea, es eso, eso es.
Todos .—(Como antes.) Sí, sí; eso es, es eso.
Narciso .—En fin, amigo Caracena; que cumpla usted muchos años y siempre con igual salud.
Julio .—Muchísimas gracias, don Narciso.
Narciso .—A usted, César, mi felicitación porque adelanta usted en su arte a pasos agigantados, como vulgarmente se dice.
César . — Mil gracias, don Narciso. Vuelvo a repetirle que le pintaré muy pronto ese bodegón que desea. Una cosa sencilla: la consabida mesa con frutas, pasteles, algún guiso humeante y una gallina asada...
Narciso .—(Cortando un profundo bostezo.) Agradecidísimo. A usted, Blas, mi enhorabuena por haber terminado tan brillantemente la carrera de Farmacia.
Blas .—Un millón de gracias, señor Baeza.
Narciso .—Y a todos, mis buenas tardes.
Todos .—Adiós. Buenas tardes.
Magdalena .—Adiós, monísima.
Julio .—Hasta mañana, querido jefe. (Mutis deFilomena yNarciso por la puerta de la derecha.) Adiós.
Filomena .—(Dentro.) Cierre.
Julio .—No faltaría más... Adiós.
Magdalena .—Adiós.
Julio .—(Cerrando la puerta y cruzándose de brazos.) ¿Quieres explicarme, Magdalena, lo que ha sucedido? Porque yo no he pasado peor rato en mi vida. ¿Qué comida ha sido ésta, criatura?
Magdalena .—Mira, no me digas nada. Vamos a ver ahora mismo quién ha tenido la culpa de todo. (Apaulina .) Toca uno. (paulina h ace sonar un timbre.)
Julio .—¡Estrellarnos de este modo con la única persona a quien yo deseo tener contenta! ¡Qué horror! ¡Y que se van en ayunas! Porque, como han visto ustedes, no han probado bocado ninguno de los dos. ¡Y para esto vengo yo invitándoles a comer desde hace seis años! ¡No; este ridículo, no, Magdalena!
Elogia .—(Por la segunda puerta de la izquierda.) ¿Señora?
Magdalena . — Dígale a la cocinera que haga el favor de venir.
Eulogia .— Sí, señora. (Vase.)
Paulin .—Te advierto, mamá, que ella dice que tú le encargaste que aprovechara lo que sobró anoche.
Magdalena .—Claro que se lo encargué; pero contando con que todo estaría en buenas condiciones. ¿Cómo iba yo a decirle otra cosa? ¡Con lo fácilmente que podían haberse subsanado estos defectos! Porque, aunque en casa no hay en este momento ni un real, porque tu padre no ha podido cobrar esta mañana, tenemos aún el crédito suficiente para mandar por unos huevos, unos fiambres y unas latas de verduras.
Bella .—(En traje de mecánica,por la segunda puerta de la izquierda. Es feísima.) ¿Se puede?
Magdalena .—Pase usted, Bella.
Bella .—Con su permiso.
Magdalena .—¿Me quiere usted decir por qué nos ha dejado esta tarde sin comer, sabiendo, como sabía, que teníamos invitados de cumplido?
Bella .—Ah, ¿pero es que la señora me va a echar a mí la culpa? ¡Pa chasco!
Magdalena .—¿Eh?
Bella .—Yo le dije esta mañana a la señora y la señora me dirá si es no es o es si es…
Blas .—(Capicúa).
Bella .—Que a mis cortas luces me parecía que el pescao no estaba muy católico, y la señora me contestó que cargara la mano en el limón pa que no se notara, lo cual que la cargué.
Paulina . — Demasiado.
Bella . — Le dije también a la señora que la carne no estaba muy comible, lo cual que me dijo la señora que volviéndola a empanar se arreglaría, lo que hice mismamente. Y le dije, por último, a la señora que la compota, de tenerla tapá, s’había agriao unas miajas, y la señora me dijo que la escurriera y le hiciera otro caldo, lo cual que también lo hice. ¿Es no es, o es si es?
Magdalena .—Bueno, ¿y por qué tenía tierra la verdura?
Bella .—Porque le cayó de la chimenea. Recuerde la señora que le dije el martes pasao que era menester avisar, porque en la chimenea había un desconchao muy grande y en cuanti soplara el viento nos íbamos a comer la tierra; lo cual, que la señora se chufleó y me contestó que eso no tenía importancia; que lo malo era que la tierra nos iba a comer a nosotros.
Magdalena .—Claro.
Bella .—Pues ya usted lo ha visto. Esta mañana ha soplao el viento de firme, cayó tierra y se quedaron las espinacas que parecía que las habían vuelto a sembrar. ¿Tengo yo la culpa de eso?
Julio .—Total, que con unas cosas y con otras...
Bella .—Ahí verá el señor. Si la señora me hubiera dao las quince pesetas que le pedí, hubiera podido arreglar algo; pero sin dinero, a última hora, y con las tiendas cerradas, ¿qué iba a hacer una?
Julio .—Bien, bien, retírese.
Bella .—Demasiao hace una, que sin...
Julio .—Sí, sí...
Bella .—Una usted eso a que una, a la una...
Julio .—Basta, Bella, basta í Está bien!
Bella .—(Yéndose por donde vino.) ¿Qué va a hacer una?... (Mutis.)
Julio .—(Tras una breve pausa.) No sé para qué has llamado a la cocinera.
Magdalena .—(Casi en un suspiro.) Tienes razón.
Julio .—¿Pero es de veras que no hay en casa...?
Magdalena .—¡Ni un céntimo!
Blas .—¡Pobre mamá!
Magdalena .—El mes de junio es siempre un mes fatal. Todo el mundo pasa su cuenta al terminar el semestre y este año hemos gastado muchísimo. El arreglo de tu boca, lo del oído de éste, las inyecciones de Paulina y qué sé yo, un sin fin de cuentas pequeñas que salen a última hora y que suman un pico. Y luego, como todo está más caro cada vez y cada vez tenemos más necesidades, que no sé adónde vamos a parar...
Julio .—Eso digo yo.
Magdalena .—Las seiscientas veinte pesetas de tu sueldo llegan justo, justo, hasta el día 16; y si no fuera por lo que César nos ayuda, estaríamos llenos de deudas, viviendo en un sótano y comiendo pan y agua, como los gorriones. Afortunadamente, de algún tiempo a esta parte vendes cuanto pintas, y aunque no es mucho lo que te dan, hemos podido salir a flote y vivimos, gracias a Dios, como las personas. Ahora, que hay que comprimirse un poquito y no hacer locuras. Bueno es vivir al día, pero no tan al día, que no haya para comer si se deja de cobrar un día. Hay que ahorrar algo. Si don Eligio deja un mes de comprarte lo que le mandas...
César .—¿Por qué ha de ocurrir eso? No hay que ser pesimista, madre.
Blas .—Eso digo yo. Aquí van a terminar los apuros muy pronto. Yo, hasta ahora, he sido una carga para ustedes; pero, gracias a Dios, he terminado mi carrera y en cuanto saque el titulo y pueda instalarme, ya verán ustedes.
Julio .—No creas que eso de instalarse es fácil, hijo mío.
Blas .—¿Por qué no? ¿No se han instalado otros?...
Julio .—Sí, pero...
Blas .—Paulina, si Luis gana las oposiciones, que las ganará, porque es muy listo, y está muy bien preparado, se casará en seguida, y en cuanto a César, el dia que se case con Amalia, será varias veces millonario, porque Amalita no creo yo que se deje matar por seis o siete millones de pesetas. ¿Eh? (César , tristemente, baja la cabeza sin contestar. Pausa.) ¿Por qué bajas la cabeza? ¿Así andamos?
Magdalena .—¿Qué te sucede, César?
César .—(Queriendo eludir la conversación.) Nada, madre.
Paulina .—(Intrigadísima.) ¿Has terminado con ella?
César .—No, pero...
Todos .—(Muy preocupados.) ¿Eh?
Magdalena .—¡No me asustes, por Dios, hijo mío! No es posible que encuentres una mujer que te convenga más que Amaba. Y no creas que pienso en su fortuna, que, aunque el dinero contribuye tanto a la felicidad, es lo de menos en este caso. Es que mujer más buena que Amalia y que te quiera más..., ¡qué sé yo, César; ni yo misma!
César .—¡Por Dios, madre!
Magdalena .—¡Ni yo misma! Porque ella, sin padres, sin hermanos, sin parientes, lo ha puesto en ti todo, y creo que si dejaras de quererla se moriría de pesar.
César .—Bien, sí, pero...
Magdalena .—Y esos que dicen que no es bonita, no tienen razón. No te digo que sea una belleza, pero ya quisieran muchas que las dan de buen tipo...